Castaños Guzmán: Los ojos del mundo están puestos sobre las autoridades electorales

Castaños Guzmán: Los ojos del mundo están puestos sobre las autoridades electorales

Publicado por: Laura M. Castellanos/Wednesday, November 7, 2018/Categorías: Pleno JCE, Presidencia JCE, Relaciones Internacionales, OEA, Dirección de Comunicaciones

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Santo Domingo.- Así lo afirmó el Presidente de la Junta Central Electoral (JCE), Magistrado Julio César Castaños Guzmán, durante su discurso ofrecido en el acto de apertura de la XIII Reunión de Autoridades Electorales (RAE), que se estará llevando a cabo durante los días 7, 8 y 9 de noviembre en la ciudad de Santo Domingo.

“Podemos decirles a todas las autoridades electorales presentes en esta reunión, y que hoy nos corresponde ejercer la autoridad y responsabilidad en esta época, que estamos como una ciudad sobre una colina… y los ojos de todo el mundo están puestos sobre nosotros”, expresó Castaños Guzmán.

El Presidente de la Junta Central Electoral también hizo énfasis en que “debemos siempre estar conscientes de que la paz y el orden nos han sido encomendados y que, por tales motivos, somos los custodios depositarios de la voluntad política de nuestros pueblos, por lo que una falta en nuestro desempeño haría trágico el desenlace de nuestras carreras públicas”.

Para finalizar, Castaños Guzmán invitó a los presentes a “compartir experiencias que nos ayuden a crecer para poder alcanzar los niveles institucionales y técnicos requeridos para este siglo XXI en que se nos revela la posmodernidad, transformación que va de la mano con una velocidad a la que no estamos acostumbrados y son nuestros propios órganos electorales los que bajo el reto que suponen estos tiempos, deben continuar avanzando hacia unas elecciones cada día más acordes con el ideal democrático”.

La XIII Reunión Interamericana de Autoridades Electorales es organizada por la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Junta Central Electoral (JCE) y el Tribunal Superior Electoral (TSE) y cuenta con la participación de 51 delegados internacionales que representan 29 órganos electorales de 22 países de las Américas.

 



Discurso Inaugural del Magistrado Julio César Castaños Guzmán, Presidente de la Junta Central Electoral (JCE), en ocasión a la XIII Reunión Interamericana de Autoridades Electorales (RAE). Pronunciado el día 7 de Noviembre de 2018.

A LOS DISTINGUIDOS INTEGRANTES DE LA MESA

Excelentísima Señora Dra. Margarita Cedeño, Vicepresidenta Constitucional de la República y Presidenta en funciones,
Dr. Román Jáquez Liranzo, Presidente del Tribunal Superior Electoral,
Dr. Mariano Germán Mejía, Presidente de la Suprema Corte de Justicia y del Consejo del Poder Judicial,
Dr. Francisco Javier Guerrero Aguirre, Secretario para el Fortalecimiento de la Democracia de la Organización de los Estados Americanos (OEA),
Lic. Gerardo De Icaza Hernández, Director del Departamento para la Cooperación y Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos (OEA), y,
Dr. Gedeón Santos, representante Permanente de la República Dominicana ante la Organización de los Estados Americanos (OEA).


A LOS HONORABLES MAGISTRADOS QUE INTEGRAN LA JUNTA CENTRAL ELECTORAL,
Dra. Carmen Imbert Brugal,
Dra. Rosario Graciano de los Santos,
Dr. Juan Bautista Cuevas Medrano.

A LOS HONORABLES MAGISTRADOS QUE INTEGRAN TRIBUNAL SUPERIOR ELECTORAL,
Dr. Santiago Sosa Castillo,
Dra. Rafaelina Peralta,
Dra. Cristian Perdomo Hernández,
Dr. Ramón Arístides Madera Arias.

Señoras y señores:
Muy buenos días!!
Antes que todo debemos dar las gracias y celebrar, además, la presencia de las distinguidas personalidades que nos acompañan hoy, magistrados miembros de las altas cortes, invitados especiales, miembros del cuerpo diplomático y consular acreditado, empresarios, funcionarios, dirigentes y delegados de los partidos políticos, funcionarios y empleados de la Junta Central Electoral y del Tribunal Superior Electoral, sociedad civil y medios de comunicación.

Las Autoridades Electorales del Hemisferio Americano -de las Américas, decimos nosotros-, se reúnen en esta oportunidad y por Décima Tercera ocasión, esta vez en nuestra República Dominicana, que conforme al Gran poeta Pedro Mir, está colocada en el mismo trayecto del sol y es oriunda de la noche.

De un deslumbrante pasado colonial como Isla de las Primogenituras de América, le ha llamado alguien. Primera Misa, Primer Hospital, Primera Universidad, Primera Catedral. Primera rebelión…

Al mismo tiempo tenemos la particularidad y ofertamos al mundo, además, el detalle de que la Real Audiencia impartió justicia para las colonias del nuevo mundo durante más de 300 años en La Hispaniola.

Además, desde esta Isla pronunció Fray Antón de Montesinos, su Sermón del Cuarto Domingo de Adviento, en diciembre de 1511, en defensa de la dignidad de los pobladores originarios que habitaban estas tierras y que constituye todavía hoy, un canto al respeto universal de los Derechos Humanos, una clarinada que estremeció entonces y todavía hoy sigue impactando, la conciencia de la humanidad.

Esta cumbre constituye para nuestras instituciones electorales anfitrionas, la Junta Central Electoral (JCE) y el Tribunal Superior Electoral (TSE), más que un honor poder recibirlos a todos ustedes en nuestro país que los acoge como siempre, entrañablemente.

Igualmente queremos aprovechar la ocasión para externarles nuestro agradecimiento a la Organización de los Estados Americanos (OEA), así como a todos los organismos de elecciones presentes el año pasado en la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia, por habernos concedido el honor de ser la Sede en este año 2018, para esta importante Reunión de las Autoridades que tienen la alta misión de servir a la Democracia Interamericana.

Resulta esclarecedor respecto de los objetivos de este encuentro el contenido de La Carta Democrática Interamericana, instrumento de Derecho Internacional Público Americano vinculante, aprobada por aclamación durante la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el 11 de septiembre de 2001 y ratificada por 35 estados miembros, cuando dispone:

Artículo 3:

“Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros,
a) El respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales;
b) El acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho;
c) La celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo;
d) El régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y
e) La separación e independencia de los poderes públicos.”

Tal y como diría en términos concretos el gran Presidente Norteamericano Abraham Lincoln: “Nadie puede gobernarme sin mi permiso”.

Es precisamente la custodia y sumatoria de estos “permisos” los cuales tienen a su cargo las instituciones electorales al administrar los procesos que corresponden a la emisión de los votos contentivos de la voluntad de los votantes. De estos mandatos conferidos a modo de un contrato suscrito entre el ciudadano sufragante con los funcionarios electos.

El tema de la Responsabilidad de las Autoridades Electorales, los Guardianes de la Democracia, siempre es pertinente que sea analizado y tratado, parecería que es justamente el núcleo esencial que por antonomasia define la naturaleza de estos entes públicos, somos autoridades responsables y la fiabilidad de estos servicios es directamente proporcional al grado de independencia de nuestras instituciones.

El día de las elecciones cedemos la autoridad de administrar la jornada electoral en detalle a los funcionarios electorales que trabajan directamente con los electores en las mesas y colegios electorales; pero, no podemos perder de vista, que el hecho de que se delegue la autoridad no diluye la responsabilidad. Al final la responsabilidad es indelegable. Somos los mandantes de autoridad... y los responsables hasta el final.

Refiere Peter Drucker, el notable filósofo de la Administración, que en sus años mozos, estudiando en Inglaterra fue testigo de una pregunta que le hizo un estudiante en el aula de clase, a un viejo profesor, la pregunta fue: ¿Por qué murieron tantas personas en la Primera Guerra Mundial? Y, - la respuesta del anciano maestro no se hizo esperar: Porque en las trincheras no mataron suficientes generales.

Es que existe siempre un peligro para todos aquellos que ejercemos la autoridad y es distanciarnos del detalle de los hechos concretos, ya que todos los pináculos cuando no desquician, por lo menos marean. Y es que, tal y como le diría Sancho Panza a su burro cuando abandonó el poder de la Isla Barataria: Venid a mi compañero mío porque cuando me subí en las torres de ambición se me llenó el alma de 2 mil inquietudes y 4 mil desasosiegos. Es el influjo malsano del hálito embejucante del poder que desorienta, que hace perder el rumbo de la finalidad esencial y trastorna el compromiso con la misión encomendada.

Ahora bien, cuando abordamos la estructura de los órganos electorales muchas veces perdemos de vista que la misma está compuesta por personas, por individuos que viven precisamente en el entramado de la sociedad que los ha visto nacer y desarrollarse. Son ciudadanos de la polis con deberes y responsabilidades concretas y al mismo tiempo sujetos de derecho. Artífices de la aplicación de la Constitución y las leyes.

En ese sentido nos decía el Presidente de una pequeña junta electoral de un municipio rural: “El problema es que la persona que perdió las elecciones es mi vecino”.

Afirmaba don Eugenio María de Hostos, en sus Notas de Derecho Constitucional, que la espada de la justicia tiene dos (2) filos: el Derecho y el Deber, y que ambos filos cortan igual. Hay nudos que solo se cortan con el mandoble de la punta en que terminan los dos filos, a propósito de don Quijote que descabezó un gigante a golpe de su espada con las dos manos; y, a diferencia de Alejandro Magno que de un golpe de espada cortó el Nudo Gordiano.

Hace ya unos meses estando precisamente en la ciudad de México, mientras participábamos en una Misión de Organismos Electorales Interamericanos, una profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), nos preguntó, diríamos que nos espetó: - ¿es usted imparcial? –. Aun cuando en ese momento nuestra respuesta, pareció más bien un reflejo, en el sentido de que la imparcialidad es un valor deseable, el cual es puesto a prueba todos los días en cada decisión que tomamos; sí es cierto, que la imparcialidad guarda una estrecha relación con la objetividad, en tanto los datos de evidente comprobación determinan la certeza que sirve de base a una decisión independiente de nuestros propios deseos personales, creencias y aspiraciones subjetivas.

Dicha pregunta detonó una profunda introspección y avanzando en el razonamiento nos vinieron a la mente otros aspectos: - ¿somos realmente independientes?

Definiendo el concepto de libertad personal, nuestro profesor de Antropología Política, el Dr. Euribíades Concepción Reinoso nos decía que: “La libertad es la capacidad de elección entre alternativas posibles”. La independencia de las personas y de las Instituciones Electorales está relacionada con variables que determinan una determinada interdependencia, como serían por ejemplo: el Congreso, el Sistema de Partidos Políticos, la asignación de los recursos económicos, la opinión pública, el estado de derecho, etc... Con esto queremos decir que la “independencia” absoluta no existe, una vez la esencia de la democracia determina un régimen que establece pesos y contrapesos para un ejercicio equilibrado que proteja a los ciudadanos de los abusos de los poderes públicos. Incluyendo, en este caso, al propio y eventual exceso de las instituciones electorales.

Una visión sistémica permite poner en contexto la independencia y nuestra propia soberanía, sujeta en el estado de derecho mediante vasos comunicantes interinstitucionales que sostienen una organicidad diseñada por el constituyente y detallada por el legislador que articula la norma concreta.

Así como Emile Durkheim, en su obra clásica “El Suicidio”, analizando las causas de esta asombrosa conducta, plantea que los individuos vivimos socialmente orbitando como lo hacen los planetas en un sistema solar, enlazados unos a otros por fuerzas gravitacionales, entendemos nosotros, que así mismo las autoridades electorales, estamos integradas por la Constitución y las leyes a un Sistema Electoral del que somos parte, pero que podríamos por un error y aun por mala gestión, desorbitarnos, con las consecuencias de languidecer o perecer en la confianza imprescindible para declarar y certificar los ganadores de un certamen electoral.

En nuestra humilde opinión, la extensión al detalle práctico del principio de razonabilidad que hoy atraviesa transversalmente todo el ordenamiento jurídico. Art. 40.15 de nuestra Constitución señala que: “La Ley es igual para todos: sólo puede ordenar lo que es útil y justo para la comunidad…”.

En una palabra solo debe hacerse lo que institucionalmente puede explicarse en el esquema de lo útil y justo. De donde la independencia está delimitada, precisamente determinada por la legalidad, razonabilidad y objetividad una vez protege a nuestras instituciones de caprichos y veleidades; y, las preserva además, de malas ideas que a veces se ponen de moda, sin que los propios órganos hayan discernido en detalle las consecuencias de una decisión que impacta su desempeño.

En su obra “La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional”, el Maestro Don Eduardo García de Enterría, dice: “que ni los Parlamentos, ni los partidos políticos, aceptarían jamás a un Tribunal Constitucional que decidiese las graves cuestiones constitucionales que le son sometidas sobre la base de criterios simplemente personales, de simpatía o de opción política de los jueces”.

Esto último es perfectamente aplicable a todas nuestras instituciones, las cuales tenemos a nuestro cargo la organización de las elecciones y el juzgamiento de sus diferendos.

Por suerte arguye el autor refiriéndose al mismo tema: “Es por ello, una enseñanza de la experiencia común que los jueces constitucionales más marcados en el momento de ser nombrados por connotaciones políticas precisas pierden éstas en cuanto comienzan sus funciones y se convierten inmediatamente a un jurismo estricto, muchas veces contrario en su expresión concreta a la significación política originaria del juez”.

Aduce el mismo doctrinario, que lo que protege estas instituciones del descrédito es precisamente su apego estricto a los criterios académicos ya discernidos por los juristas, la sana doctrina y la propia jurisprudencia, que están dotados de aceptación por la comunidad jurídica que los comparte de forma pacífica, y que a veces, sin aceptar plenamente es cuando menos condescendiente, siguiendo un método o hermenéutica estricta en la interpretación de la norma constitucional. Sin malabarismos dialécticos –decimos nosotros-, propios de una retórica deformada.

La dialéctica agustiniana, en la argumentación que despeja las dudas, hace mención a modo de una antífona machacona, de la expresión reiterada que precede a cada premisa: “Y estos son hechos, no palabras”.

Cuentan que el profesor Juan Bosch aconsejaba a los redactores de la publicación de la Revista de su partido, que se limitaran en los artículos a presentar los hechos y datos, y que ello bastaba para que la verdad fuese palmaria y evidente en sí… Coincidiendo de esta forma, tal y como argüía, Agustín de Hipona muchos siglos atrás, con el corolario: “Y estos son hechos, no palabras”.

Las instituciones que organizan las elecciones deben cuidarse de auspiciar reformas electorales que después de aprobadas no puedan ser implementadas, ya que, los criterios de las diferencias entre lo posible y lo probable han de ser tenidos siempre en cuenta. En la lógica aristotélica es posible, decimos nosotros, por ejemplo, que un elefante se haga presente entrando por la puerta de este salón que nos acoge, pero es poco probable que ocurra.

En una palabra, lo que sí tiene un valor absoluto es el peso de una mayoría consolidada por la honesta sumatoria de votos válidos emitidos, que confiere la legalidad en la investidura de los funcionarios que ocuparán los cargos electivos.

Sin que esta afirmación necesariamente constituya un imperativo categórico, no menos cierto es que la verdad y los principios éticos actúan en la persona como un resorte en nuestra conciencia indicándonos de inmediato cuándo una acción no es correcta. Además, la propia razonabilidad del acto en sí, constituye un límite a lo que desearíamos en algún momento hacer y que resulta inviable y no conveniente.

Así como, en la década de los años sesenta se produjo en América Latina y en el mundo un movimiento inspirado en la Reforma Universitaria de Córdoba, Argentina, de 1918, en procura de la Autonomía de las Universidades Públicas a fin de democratizarlas y proteger, además, las investigaciones científicas y la verdad académica de la influencia del Gobierno de turno, defendiendo de esta forma, la libertad de pensamiento, así como la expresión y libre discusión de las ideas, en una sociedad abierta que no pueda ser influida por la ideología estatal.

Es a partir de la década de los años ochenta cuando emerge como una idea esencial para proteger la democracia, la necesidad de la independencia de los Órganos Electorales del influjo dominante de los demás poderes del Estado y de esta forma garantizar la celebración de elecciones auténticas, libres, justas y transparentes.
La transparencia, que es la sinceridad manifiesta en la acción visible, también se plantea hoy, como un requisito imprescindible que ha de ser salvaguardado por nuestros Órganos a fin de que las elecciones estén rodeadas de credibilidad y al mismo tiempo posibilita que la sociedad política pueda acompañar nuestras instituciones y despejar además toda idea de autoritarismo que tal y como diría Norberto Bobbio “donde hay oscuridad se oculta el autoritarismo”.

La Democracia no es simplemente una forma de gobierno basada en una Constitución razonable. Es una forma de vida unida a una gran tradición y la tradición es la fuerza moral. El destino de la raza humana depende de la fuerza moral de los seres humanos.

Es precisamente la custodia y sumatoria de estos valores democráticos los cuales tienen a su cargo las instituciones electorales al administrar los procesos que corresponden a la emisión de los votos contentivos de la decisión soberana de los votantes. Que tal y como señalamos precedentemente, de estos mandatos conferidos a modo de un contrato suscrito entre el ciudadano sufragante con los funcionarios que resulten electos.

Vivimos un tiempo propio del tráfago de lo vertiginoso, de fake news, de mentiras verdaderas y noticias falsas, que se esgrimen por las redes sociales como un arma de guerra, porque además, el desprecio a los dogmas nos lleva al desafío de la construcción permanente de nuevas verdades.

Una Sociedad Líquida que se encaja en el aprecio de los grandes espectáculos, de la exaltación de los héroes de colorín (como decía José Martí) y con un narcisismo político a ultranza. Pero que al mismo tiempo cuestiona y exige, demandando muchas veces lo que no ha permitido que se construya. Tiempos de una evidente crisis mundial en la política y sus tipologías clásicas.

Parafraseando al Presidente John Kennedy en su célebre discurso pronunciado el 9 de enero de 1961, en la Corte General del Estado de Massachusetts, podemos decirles a todas las Autoridades Electorales presentes en esta reunión, y que hoy nos corresponde ejercer la autoridad y responsabilidad en esta época, que estamos, escuchen bien: Como una ciudad sobre una colina… y los ojos de todo el mundo están puestos sobre nosotros.

Sí, así como suena, todos los ojos están puestos sobre las autoridades electorales, y las interrogantes son siempre las mismas, ¿estaremos a la altura de nuestras responsabilidades? ¿Cumpliremos el compromiso asumido?, ¿Nos plegaremos ante el miedo y desfalleceremos? ¿O, muy por el contrario, saldremos por la puerta del honor y del deber cumplido?

A quienes mucho se les concede, mucho se les exige.
El Gran Presidente nos propone en sus palabras que solo saldremos triunfantes en el juicio del alto Tribunal de la Historia si respondemos plenamente a las siguientes exigencias: En primer lugar, ¿fuimos verdaderos hombres y mujeres de valor y coraje para enfrentarnos a los enemigos de la democracia, y tuvimos el valor de resistir la codicia privada que viene disfrazada de presión pública? En segundo lugar, ¿fuimos hombres con criterio dotados de juicio preceptivo sobre el futuro y el pasado, así como sobre nuestros propios errores y los errores de los demás, con la sabiduría suficiente para admitir que no lo conocíamos todo y la franqueza para admitirlo? En tercer lugar, ¿fuimos verdaderos hombres con integridad, hombres y mujeres que no actúan al margen de los principios y que la ambición no los aparta de su sagrado deber? Por último, ¿Fuimos verdaderos ciudadanos entregados exclusivamente a servir al bien público y al interés nacional?

Valentía, juicio, integridad, dedicación. Estas son las cualidades que podrían definitivamente hacernos pasar con buenas notas el juicio del Tribunal de la Historia.

Y es una verdad de a puño que al final lo único capaz de defendernos y preservar la imagen limpia es un desempeño con apego a los valores de integridad y honradez apegada a los principios.

Debemos siempre estar conscientes que la paz y el orden nos han sido encomendados y que por tales motivos somos los custodios depositarios de la voluntad política de nuestros pueblos… y que una falta en nuestro desempeño haría trágico el desenlace de nuestras carreras públicas.

Es al final de todas las cuentas… una cuestión de Honor y por ello asunto de Verdad y Justicia… con la imperiosa necesidad de la Transparencia y las exigencias de la Templanza.

En esta magna Reunión debemos compartir experiencias que nos ayuden a crecer para poder alcanzar los niveles institucionales y técnicos requeridos para este siglo XXI en que se nos revela la posmodernidad, transformación que va de la mano con una velocidad a la que no estamos acostumbrados y son nuestros propios órganos electorales los que bajo el reto que suponen estos tiempos deben continuar avanzando hacia unas elecciones cada día más acordes con el ideal democrático.

Ábranse pues estos trabajos, dispongámonos a conversar y estudiar sobre estos temas:

1.- La Participación Política de la mujer;
2.- Regulación y establecimiento de los límites en los gastos de campaña electoral;
3.- El uso de las encuestas de opinión en el marco de los procesos electorales.;
4.- La equidad en el acceso de los medios de comunicación; y,
5.- El uso de las redes sociales en la campaña electoral.

Juntos discerniremos sobre estos asuntos de por sí desafiantes, y trasuntemos los mismos de la buena energía del memorial trascendente de todos aquellos que en nuestros países son los héroes a quienes emulamos por su ejemplo.

Y, finalmente, hagamos hoy verdaderos votos de fidelidad por la soberanía inmarcesible de nuestros pueblos.

Gracias. Muchas Gracias… Me sale del corazón desearles lo mejor para sus países, sus familias y para todos.

Welcome to the Dominican Republic, Bienvenue en République Dominicaine, Bem vindo à República Dominicana, muito obrigado, y finalmente que sean todos bienvenidos, que sean todos bendecidos en la República Dominicana.

Gracias.

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