Publicado por: Laura M. Castellanos/Saturday, April 8, 2017/Categorías: Presidencia JCE, Conferencias, Discursos, Dirección de Comunicaciones
Su Excelencia,
Reverendo Pbro. Dr. Alfredo de la Cruz Baldera, Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).
Señores rectores y representantes de rectores de universidades presentes en este acto.
Señores vicerrectores, decanos, directores de departamentos.
Señores profesores.
Distinguidos graduandos.
Invitados todos.
Antes que todo, deseo agradecer a esta Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), en la persona de su Rector Magnífico, Padre Alfredo de la Cruz…, la distinción de que he sido objeto al invitarme a dirigirles estas palabras. Lo hago en mi propio nombre y en el nombre de la institución que me honro presidir, que es la Junta Central Electoral (JCE).
Por otra parte, quiero felicitar de manera muy especial a los graduandos; esta es su fiesta de investidura y constituye el motivo y la razón de ser de esta ceremonia y de este discurso. Los investidos reciben el premio por varios años de sacrificio y dedicación. Estos títulos universitarios, ganados en buena lid, constituyen al mismo tiempo una magnífica distinción social que se relaciona con el talento y con las diversas disciplinas del saber representadas en este acto.
Hago mención al mismo tiempo de una situación muy personal, que constituye el hecho de que este año 2017 cumplo 40 años de haberme investido como licenciado en derecho en esta PUCMM y la feliz coincidencia de que hoy, precisamente hoy, es mi cumpleaños.
“Auto liberación por el conocimiento”, diría Kant. La verdad que nos hace libres. Un galardón personal por aprovechar el tiempo. La parte que no les será quitada, ya que en estos grados académicos que la Madre y Maestra confiere hoy está implícita cierta irrevocabilidad. Es la porción que nadie se puede robar, porque una vez obtenida pasa a formar parte intrínseca de sus personas.
Esta solemne ocasión constituye, al mismo tiempo, la gala de la comunidad universitaria: alumnos, profesores, autoridades y amigos. Les aseguro que sus padres, probablemente estén más felices que ustedes mismos, porque de alguna manera, hay una parte de ellos que también se está graduando hoy. Igualmente – de forma absolutamente desinteresada– en algunos casos sus novias y novios están felicísimos. ¿Por qué será...?
Deseo por otra parte que se me permita destacar que este año 2017 cumplo 40 años de haberme graduado como Licenciado en Derecho en esta Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), y resaltar además, que hoy es mi cumpleaños, En esta misma universidad se graduó mi esposa Velkys; y años después, lo harían 3 de nuestros 4 hijos, los cuales al igual que su padre, seguirían la carrera de derecho.
Después que pasen estas merecidas fiestas, es seguro que un número significativo de ustedes caigan súbitamente en cuenta de que estas distinciones, sean o no cum laude, apenas constituyen el inicio de una etapa nueva; y adviertan, que una vez se disipen las mieles del merecido ágape familiar, un aguijón existencial comenzará implacable a espolearlos con las dudas sobre ¿Qué debo hacer? ¿Qué camino tomar? ¿Empiezo a trabajar? ¿Sigo estudiando?
Cada quien deberá tomar una decisión, conforme a su voluntad y circunstancias. Pero no les quepa la menor duda de que la universidad cumplió y cumplió con creces.
Hoy te has egresado de leyes; pero me pregunto, ¿Eres abogado? ¿Te devora acaso el celo por la justicia y el amor a la ley? Estás claro de que el derecho es: Darle a cada quien lo suyo, no perjudicar a nadie y vivir decentemente.
El 12 de febrero del 1809 nació en Kentucky, Abraham Lincoln, un pobre muchacho que aprendió a leer a la edad de 12 años.
Conforme a sus posibilidades objetivas, casi estaba condenado a la miseria y a una vida mediocre; pero ¡oh fortuna!, alguien dejó olvidados unos libros en un barril entre los que estaba la Constitución de Indiana y los “Comentarios sobre las leyes de Inglaterra”, de Blackstone, y el joven los leyó, y leyó la Biblia y a Shakespeare.
El no tuvo la suerte de nosotros, que pudimos inicialmente licenciarnos o doctorarnos formalmente; pero le cabe la gloria de ser uno de los grandes abogados de todos los tiempos en los Estados Unidos de América. Sus defensas célebres en los tribunales constituyen un modelo de argumentación y todavía hoy sirven para resolver intrincados problemas jurídicos. Fue electo dos veces presidente de su país y firmó la Proclama de Emancipación de los Esclavos Negros en el 1863.
Te has titulado en economía y la universidad te lo reconoce hoy, te felicito; pero ten cuidado de que el paradigma económico que has recibido no se transforme en acomodar variables para sacar conclusiones apresuradas y favorecer políticas económicas erradas, cuando no falsas. Cuidado si te deslumbras con algún dogma –que no es ciencia– y que permite la prognosis de eventos que nunca ocurrirán y favorece ocultar aquellos que sí ocurrirán, a pesar de Adam Smith y John Maynard Keynes. Porque lo que haces es tan importante que racionaliza la riqueza de las naciones (que sobrepasa en términos humanos a los cañones y la mantequilla) con la intervención del gobierno por la escasez de los bienes.
Tú podrías hacer que la economía no sea una “ciencia lúgubre”, como la llamó Carlyle en su oportunidad. Contrario a lo que normalmente se cree, en este mundo no somos dueños de nada. Somos, eso sí, administradores. Administramos la propia vida y los talentos recibidos, se supone y se espera que multipliquemos los dones, que los arriesguemos invirtiendo bien.
La luz debe ponerse en el candelero. Enterrar un talento por miedo es una especie de traición a la propia existencia y a la misión que se nos ha conferido. Valen estas palabras para los eficaces y muy buenos administradores de empresas que se gradúan hoy.
En esta graduación se invisten 28 participantes en la Maestría en Estudios Políticos Electorales, de los cuales 13 son funcionarios y empleados de la JCE.
Independientemente de mis reparos a cómo será que se gradúa uno de político, cuando estudia ciencias políticas, o de cómo será que se obtiene un título de demócrata, aunque se hagan mil cursos de democracia. Lo que realmente siempre me deja bastante inquieto, es el aspecto referente al liderazgo. ¿Es posible graduarse de liderazgo y ser un líder?
Si no lo aclaramos, la palabra líder podría perturbarnos un poco. Porque, ¿quién puede negar, por ejemplo, que Atila, el jefe de los hunos, fue un líder?, ¿quién puede rebatir, que Hitler y Mussolini, eran líderes carismáticos, que en su momento, fueron seguidos por millones de personas?
Está claro entonces que un dirigente que puede hacer mucho bien, también podría sumir a su pueblo en la vergüenza y postración moral. Porque carisma es igual a poder. Y el poder podría usarse para la liberación de los pueblos, así como para su humillación.
A pesar de todo lo anterior, ciertamente que existe en algunos individuos, una especie de “Poesía del Carácter” que, cuando se manifiesta a nivel social en toda su plenitud, viene a ser incluso fuente de derecho. De seguro que por esto se dice que los auténticos líderes surgen muchas veces en la coyuntura. Véanse los casos paradigmáticos de Rosa Parks, Mahatma Gandhi y Nelson Mandela. Todos comprometidos con la respectiva liberación de sus pueblos.
El verdadero líder siempre es el más trabajador, su vida sirve de modelo e inspiración a los demás. Ser líder es un asunto de actitud positiva frente a los retos y acontecimientos que plantea la propia vida.
Para Peter Drucker, cuando se va a escoger el líder de una organización, uno de los criterios debería ser en quienes tienen la decisión, el procurar elegir aquella persona que ellos desearían que sirva de modelo para sus propios hijos.
Pero hay un liderazgo ordinario, que no sale en los medios de comunicación, que se ejerce de forma anónima cada vez que alguien cumple con un deber familiar de esposo, padre o madre, un deber filial. Y todos somos conscientes de que las obligaciones cívicas, económicas y morales, por su debido cumplimiento, edifican un monumento al honor. Y esto se derrama como una cascada que produce paz, porque justicia es el nuevo nombre de la paz.
Sin embargo, por el nivel de escolaridad alcanzado y por la institución académica de que nos hemos egresado, esta bendita pucamaima, naturalmente se espera de nosotros el ejercicio de un liderazgo en nuestras respectivas profesiones, actividades familiares y públicas; pero es un signo de los tiempos, la queja generalizada de que precisamos más dirigentes comprometidos con la comunidad y con el país.
Pero vuelvo y me pregunto, ¿graduarse de comunicación social lo hace a usted periodista? Elaborar una noticia, verificar las fuentes y los datos, divulgarla por los medios de comunicación hace de este oficio uno de los más importantes para la edificación del estado de derecho y los valores democráticos de una sociedad libre.
Se trata de un contrapeso al poder público; pero al mismo tiempo, ustedes saben que pueden cometerse abusos contra el buen nombre de las personas cuando se divulga una mentira o una verdad mutilada que desinforma y confunde la opinión pública.
Siempre pienso en don Rafael Herrera y don Germán Ornes, acaso como paradigmas de la información excelsa, y el caso paradigmático de Rafael Molina Morillo con 69 años dedicado al periodismo.
Soy de los que cree que en este país todavía está todo por hacerse, independientemente de la estupenda red vial y de transporte de que disponemos, del sistema de presas, las escuelas y edificios públicos y privados, del avance de las telecomunicaciones. En mi visión los hoteles tendrán que ser cada día mejores, más bastos y mejor administrados, para albergar los millones de visitantes extranjeros que recibimos cada año, que vienen por primera vez y regresan alucinados por la hospitalidad de nuestra gente y las bellezas naturales.
Por tales razones, las ingenieras e ingenieros civiles, industriales, de sistemas, telemáticos y los arquitectos, son tan necesarios para este país. Pero necesitamos buenos ingenieros que se alejen de la especulación, honestos constructores y diseñadores con apego ético, lejos de las chapuzas y de comisiones indebidas por el encargo de las obras y presupuestos inflados, que cobren y no le regalen su trabajo a nadie; pero que cobren lo justo.
Los que se gradúan en Mercadotecnia saben que la impecable reputación profesional, el buen nombre, fama y nombradía, vienen por la consagración personal al oficio a que nos hemos dedicado.
De producirse el sacrificio ineludible, la disciplina necesaria vendrá cual medicina que en un principio viene a ser amarga; pero, una vez traspasado ese umbral, los propios trabajos y sus fatigas nos serán propicios y para nada desagradables, muy por el contrario, nuestras vidas se llenarán de grandes satisfacciones y entonces por el deber cumplido, conoceremos la felicidad.
No olvidemos que la inteligencia que es cálculo y razón, también tiene un componente emocional. Muchas personas son exitosas académicamente; pero hay una parte en ellas que no les permite triunfar profesionalmente. Por alguna razón, esto lo saben los psicólogos, tienen problemas de autoestima, le tienen miedo a la vida y a las demás personas. Por todo esto, habrás de ponerle mucha atención a tus emociones, evitar excesos y desórdenes personales. Es preciso cultivar el carácter… porque dicen los antiguos que el carácter es el destino. El carácter es tu destino.
Todo lo que hacemos tiene un impacto social, de nada valen estos títulos universitarios si los convertimos en un instrumento de escándalo y expoliación. El buen ejemplo dentro del hogar y a los hijos viene a ser, en términos de estabilidad de la propia personalidad, un arma imbatible para el éxito.
Mi testimonio personal, la razón de porqué me incliné por una vida dedicada a la profesión de abogado y al servicio público relacionado con los asuntos jurídicos, nació de esta manera: tengo un bisabuelo abogado, abogados fueron mis abuelos, abogados mis padres; pero fue determinante esto que les voy a contar.
A finales de los años sesenta, siendo apenas un mozalbete, acompañé a mi padre Julio César Castaños Espaillat (1925-1987), a una causa en la ciudad de Bonao, pues habían apresado arbitrariamente por razones políticas, a un hijo de don José Delio Guzmán.
La sala de audiencias estaba repleta de personas aguardando, y arrancó la audiencia de Habeas Corpus contra la injusta prisión. Papá estaba entogado, lucía inmenso en el estrado, postuló con tanto ardor y pasión, que su defensa llenó el ambiente de un aire mágico. Estaba impetrando justicia.
El Juez, después que terminaron los debates, de inmediato dictó la sentencia ordenando la puesta en libertad del preso. El público emocionado pegó un salto y la sala se fue abajo. Entre el ruido del estrépito de la muchedumbre, igualmente impactado, yo contemplaba desde mi asiento cómo la multitud agradecida sacó a papá del tribunal alzado en hombros, entre vítores y aclamaciones. Y alcancé a ver –al mismo tiempo– que su toga iba en volandas.
Ese día, sin que nadie me explicara nada, sentí la pasión, el deseo. Y me estremeció el pálpito de que un día yo sería… Abogado.
Finalmente, deseo terminar estas palabras con la arenga de Guerra de Sir Winston Churchill, a la que tantas veces he recurrido cuando enfrento algún problema, o al participar en los debates nacionales propios de mis funciones. Escuchen bien…
“No hay que darse por vencidos jamás,… nunca, nunca, jamás, en nada darse por vencidos ni grande ni pequeño, importante o insignificante. No hay que darse por vencidos jamás, nunca nunca jamás”.
De nuevo felicitaciones a los graduandos. ¡Gracias! ¡Muchas Gracias!
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