Palabras Rosario Márquez en acto de izamiento de la Bandera Nacional conmemoración Natalicio Juan Pablo Duarte

Palabras Rosario Márquez en acto de izamiento de la Bandera Nacional conmemoración Natalicio Juan Pablo Duarte

Publicado por: Lic. Félix Reyna/Tuesday, January 26, 2016/Categorías: Presidencia JCE, Discursos, Dirección de Comunicaciones

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En esta mañana de enero, nos encontramos reunidos para conmemorar, dos siglos después, el natalicio de Juan Pablo Duarte.

Paradójicamente, le correspondió vivir en tiempos que las ideas se imponían y en que los conglomerados humanos, con intereses económicos, valores sociales y culturales, se esforzaban por ubicar un territorio que sirviera de base para en él establecer un Estado-nación.

Pocos años después de su nacimiento, con él nació también la República. El ideal de Juan Pablo Duarte y los Trinitarios es la República misma. Fue lo que dio origen a que en las aguas del Atlántico y del Mar Caribe, se conozca la existencia de una nación de hombres y mujeres libres, llamada República Dominicana.

Su pensamiento sirvió para que los núcleos poblacionales que habitaban esta parte de la Isla, con identidad de idioma, religión y cultura, forjaran un estilo de convivencia pacífica, pero diferenciada de otros conglomerados, en la propia isla y fuera de ella, levantando el sentimiento de independencia y soberanía en la que en su tiempo era la colonia más pobre y desahuciada, para sus habitantes convertirla en lo que hoy se conoce como una de las principales economía y democracia de la región. Esto, obviamente, debe ser motivo de orgullo para los dominicanos, gentilicio éste que se construyó sobre la base de las ideas libertarias del Patricio.

Estas reflexiones vienen a propósito de un sutil interés de relegar cada vez más al Patricio; de presentar sus ideas y pensamientos como añejos, como inservibles, y casi como obstáculo para el desarrollo de nuestra nación.

Se argumenta que vivimos en la Era de la Información y el Conocimiento; que la globalización en curso derribó todas las fronteras; que todo es común y compartido; que las viejas nostalgias patrióticas y la recurrencia a nuestros hitos históricos no son más que desvaríos que debilitan nuestras posibilidades como país de participar y competir en este nuevo mundo. Es decir, según esta corriente del pensamiento, levantar lo dominicano, lo nuestro como signo de identidad, vendría a ser un contrasentido.
Sin embargo, lo que ha estado ocurriendo es totalmente diferente a esta pesadilla que se nos vende como un bello sueño.

Lo que hemos observado es que se ha globalizado la economía: el mercado, la mano de obra, la información y el conocimiento. Pero paralelamente las naciones que más se benefician de esta Era, consolidan más sus identidades, sus territorios y sus propias economías.

Se simbolizó que con la caída del Muro de Berlín caerían todos los muros. En consecuencia, se vendió el imaginario de un mundo compartido, sin nada que nos separe, a ricos y a pobres. ¡Nada más falso! Después de la caída del Muro de Berlín, hemos visto cómo se han levantado nuevos muros, para mantener bien controlado a los ciudadanos de los países pobres.

Hemos visto las murallas levantadas en Estados Unidos -en sus fronteras con México, las vallas en Ceuta y Melilla, los muros de Cisjordania y Sahara Occidental, el Muro de la ruta balcánica -en la frontera de Serbia con Hungría, el muro entre Grecia y Turquía, el existente en Irlanda -para separar protestantes y católicos, las largas alambradas que separan a La India de Bangladesh, y el de Bulgaria con Turquía.

Es decir, de unos 15 muros que teníamos antes de la caída del Muro de Berlín, hoy se conocen más de 50 en todo el mundo; todo con el interés de proteger los llamados “Estados de Bienestar” de los millones de migrantes y refugiados que huyen desesperadamente de la situación de guerra y caos, que estos mismos Estados han provocado; aumenta inversamente proporcional la brecha entre ricos y pobres, y los antes llamados “países del tercer mundo” se hunden más en la miseria, relegados simplemente a aportar mano de obra barata y materia prima.

Como se ve, la teoría de puertas abiertas de los países desarrollados, de la ruptura con la historia, con nuestras raíces como pueblos, solo se aplica a los territorios como el nuestro, en el afán de las grandes potencias de utilizarnos para la solución de sus propios problemas.

En nuestro caso, sin ignorar la Era en que vivimos, se hace necesario rescatar el pensamiento duartiano, que es cada vez más necesario para preservar nuestra existencia como nación. Solo esta visión duartiana nos garantiza existir como Estado libre e independiente, donde primen los valores supremos, y los principios fundamentales de la dignidad humana: la libertad, la igualdad, el imperio de la Ley, la justicia, la solidaridad; todos estos, factores esenciales para la convivencia pacífica y la cohesión social.

Hoy más que nunca necesitamos ese ideal.

Ya no se trata de intervenciones groseras, de ocupaciones, de amenazas o recursos bélicos. Más bien, se busca desmoralizarnos, tergiversar nuestra esencia solidaria y humana, borrar nuestra historia; tratar que olvidemos que hubo un hombre llamado Juan Pablo Duarte y una Sociedad Secreta La Trinitaria, un 27 de Febrero, un 19 de Marzo, una Restauración; en fin, que nos olvidemos que somos dominicanos.

Si los demás Estados y países consolidan su Estado-nación… ¿Por qué debilitar el nuestro?... ¿Por qué convertirnos en un conglomerado sin valores propios, sin respeto a sus próceres, sin identidad?

Hoy, dos siglos después, tenemos la obligación de seguir existiendo como nación; y al izar esta bandera, en honor a Duarte, sembrar en las generaciones que nos sucederán, la idea clara de que no es posible existir en un mundo global, sin una identidad propia, una identidad nacional.

Esa identidad es la que nos hace fuerte; la que nos asocia y nos diferencia; la que permite que se nos respete y que seamos parte de una constelación de pueblos soberanos y libres, que nuestra bandera se levante junto a los demás símbolos de Repúblicas soberanas.

Este año estamos llamados a renovar la nomenclatura estatal. A elegir a quienes nos representarán en cada una de las instancias gubernamentales. A cada ciudadano corresponde elegir, y al hacerlo, de manera libre, escoger a quienes más se asocien al ideal de democracia, de bienestar, de independencia y soberanía de la patria, como manda nuestra Constitución. A nosotros nos corresponde preservar esa voluntad, garantizando que se respete y se cumpla sin ningún tipo de restricción. Esa será nuestra obra. Ese es nuestro compromiso con la memoria de un pensador tan ilustre y visionario, cuyo nacimiento conmemoramos hoy.

No hay dudas. Existe un movimiento para borrar todo vestigio de pensamiento duartiano, y con él, cualquier destello de independencia y soberanía dominicanas, porque se nos ve como solución de problemas e incapacidades que crearon otros; como excusa para rehuir responsabilidades contraídas en siglos pasados.

Al rendir homenaje al dominicano más ilustre, lo hacemos convencidos de que, “en Santo Domingo no hay más que un pueblo que desea ser, y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera”. Este pensamiento hecho realidad es su legado, y debe ser el nuestro.

¡Completemos la obra de Duarte!
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